Libertad para Oscar López Rivera Y Ana Belén Montes

miércoles, 10 de junio de 2015

Óscar López Rivera: “Espero salir incólume de este sitio”

El prisionero político puertorriqueño agradece los gestos de solidaridad para su puesta en libertad

Óscar López Rivera entre su hija Clarissa López Ramos (izq.) y su nieta, Karina Valentín.
Óscar López Rivera entre su hija Clarissa López Ramos (izq.) y su nieta, Karina Valentín.
 
Acaba de cumplir 34 años en prisión, pero el prisionero político puertorriqueño, Óscar López Rivera, afirmó que, con la ayuda del presidente Barack Obama, espera “salir incólume” de la cárcel, para “besar la tierra” al sólo regresar a la isla.

López Rivera, de 72 años de edad, purga una condena de 70 años en EEUU tras ser sentenciado por sedición por sus vínculos con el extinto grupo independentista Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), y desde 1998 está en una prisión en Terre Haute (Indiana).

En entrevista exclusiva por teléfono con este diario, López Rivera afirmó que estuvo al tanto de los actos de solidaridad de los últimos días para exigir su puesta en libertad, y describió sus planes de futuro para cuando finalmente salga libre.

Eso si Obama le concede la solicitud de clemencia, que permanece en revisión desde 2011 por el Departamento de Justicia.

De lo contrario, y si no interviene otro presidente en la Casa Blanca, el prisionero político con mayor tiempo en una cárcel estadounidense tendría que esperar hasta 2023 para salir en libertad bajo palabra.
Aunque víctimas de la violencia del FALN se oponen a su puesta en libertad, la mayoría de los puertorriqueños la apoya.

P: ¿Ha seguido los actos del fin de semana para exigir su libertad?

López Rivera: Hice varias llamadas y así pude enterarme de lo que estaba ocurriendo en Puerto Rico y en Nueva York. Me dieron un ‘play by play’ de la caminata en Puerto Rico, de la marcha en Nueva York. En Puerto Rico caminaron bajo la lluvia, casi celebrando la lluvia, y pude escuchar las consignas. También hablé con varias de las mujeres que se reúnen en Puerto Rico (el último domingo de cada mes) para apoyarme.

Se qué ha habido presidentes, varios premios Nobel, y grupos religiosos metidos en este movimiento. Esto para mí es algo muy bonito, muy emotivo. Son esfuerzos muy importantes y los agradezco profundamente.

P: ¿Qué ha sido lo más difícil de la vida en prisión?

L.R.: Estar preso nunca es fácil pero hay salud, buenas energías y buenas vibras. Lo más duro para mí ha sido mantener los lazos familiares, esa distancia que hay entre la familia y uno.
También la separación con el pueblo, porque siempre trabajé con la comunidad, algo que verdaderamente disfrutaba.

La prisión es un ambiente hostil, deshumanizante, que nos va robando nuestra fibra humana, pero lucho para no institucionalizarme: mantengo una rutina, una agenda cargada, porque no quiero darle mi tiempo a los carceleros. Leo mucho –la lectura es un tiempo sagrado-dibujo, escribo cartas, hago ejercicio, y siempre busco lazos con mi familia, con las personas afuera.

P: ¿Se mantiene en contacto con su familia?

L.R.: Mantengo buena comunicación con mi hija, con mi familia. Casi todos los días nos comunicamos por teléfono, por correo electrónico.

Estuve 12 años y 4 meses (cuando estuvo en aislamiento en solitario), donde solo podía tener dos llamadas de 15 minutos al mes, y para mi hija el costo de viajar desde Puerto Rico para visitarme donde estaba era muy alto. La comunicación con mi madre, con la familia, era bien limitada.

Mi nieta tenía siete años cuando la pude abrazar por primera vez.

P: ¿Cree que el presidente Obama le dará clemencia antes de que él abandone la presidencia?

L.R.: Vivo de la esperanza, nunca la he perdido. Si (Obama) cree en la justicia, si pone atención y estudia el caso mío, él puede ofrecer clemencia.

El presidente Bill Clinton lo hizo, pero no acepté la oferta (de 1999) por dos razones: primero, porque cuando la ofreció excluyó a varios de mis compañeros y yo no dejo a nadie atrás, y segundo, porque era una libertad con condiciones.

López  Rivera con Alejandro García Padilla, gobernador de Puerto Rico. 

P: ¿Qué es lo primero que hará cuando regrese a San Sebastián?
 
L.R.: No me gusta el optimismo ilusorio, pero lo primero que haré es besar mi tierra; he estado mucho tiempo lejos de mi pueblo. Me hace falta mi familia, me hacen falta el arroz con gandules, los tostones… ah y el aguacate.

También quiero trabajar en varios proyectos a largo plazo. Me gustaría trabajar para forjar la unidad de la diáspora puertorriqueña y Puerto Rico. Que no nos veamos como dos grupos separados, los 3.5 millones en Puerto Rico y los 5 millones en EEUU, sino como una sola fuerza, porque tenemos el corazón grande y somos compasivos, y eso debemos cultivarlo.

Me gustaría trabajar en programas educativos, lograr cosas factibles para ganar la confianza de que podemos avanzar como pueblo.

P: Usted ha sido comparado con el fallecido líder sudafricano Nelson Mandela, y él tuvo una transformación en la cárcel. ¿Cuál ha sido la suya?

L.R.: Yo puedo vivir con la conciencia tranquila. Soy veterano de guerra, estuve en Vietnam, y considero que la vida humana es bien sagrada. Condeno la pena de muerte entonces, ¿cómo puedo apoyar la violencia?

Hay que contextualizar la lucha de Mandela contra el régimen racista, lo que él hizo y el proceso evolutivo que tuvo, desde que estuvo preso 27 años hasta que salió libre en los años 90. Él cambió radicalmente (abandonó la lucha armada), pero también logró luchar por los derechos de los población negra… el gobierno terminó cediendo a las presiones.

Puedo dar el ejemplo de la lucha en Vieques. El pueblo puertorriqueño logró sacar a la Marina de EEUU de Puerto Rico sin recurrir a la violencia y creo que eso indica que ha habido un cambio.

P: ¿Cómo ve la crisis actual en Puerto Rico?

L.R.: La crisis lleva bastantes años y en sí es económica, por la deuda, pero tiene secuelas graves. Hay una fuga de cerebros, una emigración forzada porque Puerto Rico no le ofrece futuro a la juventud.
Puerto Rico no está en condiciones para pagar la deuda pero el capital humano es lo más preciado que tenemos, y si la gente se ve forzada a emigrar, se pierde la dinámica del pueblo, de la identidad nacional. Eso me preocupa.

El discurso político puertorriqueño necesita superarse, que vaya con la verdad por delante, que sea un discurso sano, ético y que considere la dignidad del pueblo.

Creo que como nación tenemos que trascender la mentalidad colonizadora, trabajar por la reconciliación nacional, por la unidad, trabajar en el proyecto de país.

P: ¿Cuál es su mensaje para el pueblo puertorriqueño?

L.R.: Las visitas que he recibido de líderes puertorriqueños me traen mucha esperanza, energía.
Agradezco profundamente la solidaridad que todos me han expresado y quiero seguir luchando por mi país, por mi gente.

Mantengo la frente en alto, y espero salir incólume de este sitio.

(Tomado de Alba Noticias)

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